¿Qué es el Yoga Integral?
A pesar de buena parte de las tendencias actuales de reducirlo a una
disciplina de trabajo “meramente corporal” (llegando a extremos de distorsión
tales como la competición o un burdo culto al cuerpo), el Yoga es, desde sus
orígenes, una tradición holística, global, integral. Sólo si exploramos este
hecho con el máximo cuidado podremos acceder, con la profundidad que se merece,
a la verdadera potencia transformadora
del Yoga (intrínsecamente Integral),
tal y como fue planteada esta disciplina en sus orígenes y desarrollada
desde entonces hasta la actualidad, así como a las inspiradoras perspectivas de
futuro que se abren para nosotras al hilo de sus planteamientos.
Fruto de un cierto “reduccionismo
fisicalista” propio de la modernidad de nuestras culturas “occidentales” (y su
impronta en oriente), el Yoga se
encuentra en un momento muy peculiar de su historia. Si bien, en la actualidad,
la palabra “Yoga” es sobradamente conocida por más personas que nunca, para la
inmensa mayoría se asocia exclusivamente con la práctica de “āsana” (postura), evocando la imagen (alentada
por la publicidad) de un cuerpo esbelto con ropa deportiva realizando posturas
bellas y (a menudo) complejas. Si bien la ejecución de āsana es en extremo relevante y, de hecho, especialmente necesaria
en nuestras sociedades, basta con echar un pequeño vistazo a toda la vastedad
de la tradición para comprender que el Yoga no sólo no se reduce a la práctica
de āsana sino que, como práctica en
sí, tan sólo constituye una parte de lo que podríamos llamar El Yoga Integral y sus Sendas. Entonces…
¿Qué es realmente el Yoga?, y ¿por qué es, necesariamente,
“Integral”?
El vocablo sánscrito yoga proviene de la raíz verbal “yug”, que podríamos traducir como
“unir”, y que, por derivación histórica desde las lenguas indoeuropeas, produce
en castellano el sustantivo afín “yugo” (apero tradicional de madera que une a
los animales para trabajar la tierra). En suma, podríamos decir que Yoga
significa unión.
Pero, ¿qué es lo que se une en
esta unión?, ¿qué es lo que se encuentra dividido y requiere unirse? La tradición yóguica expresada
en los Yoga Sutras de Patañjali
propone un posible modelo, de una sencillez y claridad extraordinarios, para
responder a esta pregunta. El punto de partida
es un hecho basado en la experiencia empírica y verificable: el ser humano
sufre, se encuentra expuesto a una profunda aflicción estructural que, como
muestra Patañjali en sus sutras, está
basada en cinco causas fundamentales (kleśa):
1)
La ignorancia (avidyā)
de nuestra verdadera naturaleza (no-dual).
2) El sentido del yo (asmitā)
como individuo aislado, que se deriva de esa ignorancia primordial, de forma
que, en el proceso de esa identificación, se genera un “personaje” cuya identidad
conduce a los siguientes kleśa:
3)
Los apegos (rāga),
lo que “nos gusta” (aquello ante cuya ausencia, recurrente en un mundo en perpetuo movimiento, sentimos dolor).
4) Las aversiones (dvesha),
lo que “no nos gusta” (aquello ante cuya presencia, recurrente en un mundo en perpetuo movimiento, sentimos dolor).
5) El apego a la
vida o terror a la muerte (abhini-vesha)
al que nos exponemos los humanos por ignorar nuestra propia naturaleza y
confundir el “Ser” con el “yo”, incurriendo así en la ilusión de un individuo
aislado, sujeto a la corrupción del tiempo (por tanto, identificando
erróneamente lo eterno con lo perecedero)
Los sutras explican entonces cómo, dado que en última instancia todos
los kleśa se derivan de esa
ignorancia primordial, el objetivo del yoga consiste, justamente, en hacernos
pasar (a través de la práctica constante y
el desapego) de avidyā a vidyā. La unión
a la que alude el yoga supone, por tanto, una (re)conexión con nuestra verdadera
naturaleza, equilibrando el desequilibrio, integrando lo desintegrado, uniendo
lo dividido a través del acceso a la consciencia
de la inefable no-dualidad fundamental del ser. La plena experiencia
continuada de esta forma de consciencia suprime de raíz las causas del
sufrimiento humano y, por tanto, sume al yogui o yoguini en un estado de
supraconsciencia (samādhi), de
bienaventuranza (ānanda), de
liberación (moksha).
Entonces,
¿por qué el Yoga es, de forma inherente, integral? Podemos definir “integral”
como algo que “comprende todos los aspectos o todas las partes necesarios para
estar completo”. Entonces, como sugiere la tradición yóguica, dado que la
semilla para la liberación se encuentra potencialmente en todos los seres, en
todos los ámbitos de la existencia, cualquier
circunstancia puede constituir, desde la actitud adecuada, una senda para la
expansión de la consciencia, una rama del gran árbol del Yoga, un camino de
libertad. El Yoga es pues, inherentemente, Yoga Integral, entendiendo que cuanto
mayor sea el número de frentes desde los que tratamos de acceder a esa unidad,
cuantos más espacios de nuestra vida sean enfocados desde la atención y en pos
del autoconocimiento (hacia vidyā), cuanto
más global, profunda y completa (integral) sea nuestra práctica, más nos
acercaremos a comprender quiénes somos en realidad.
Múltiples
son las fórmulas inspiradoras a través de las cuales se ha tratado de definir
esta tradición atestiguando su condición integral. Así, se dice que: Yoga es
“un sistema para obtener salud y armonía total”,
“un conjunto de técnicas y actitudes de purificación y perfeccionamiento del
ser humano a nivel físico, mental, emocional, ético, etc.” o, también, “vía
para reintegrar la consciencia individual en la consciencia cósmica a través de
la realización de la armonía entre la cabeza, el corazón y las manos”.
Este
es el sentido de practicar, conjuntamente y con la máxima precisión, todas las
vías propuestas por las Sendas del Yoga:
el aquietamiento de las fluctuaciones mentales a través de un proceso
progresivo de concentración profunda (raja
yoga), el equilibrio del cuerpo y las energías sutiles (hatha yoga, cuyo soporte y
procedimientos coinciden con lo que llamamos también kundalini yoga o tantra yoga),
el desarrollo del discernimiento como vía de acceso a un conocimiento
sapiencial tan elevado que permite trascenderlo todo (jñana yoga), la reconversión alquímica de todas las emociones en
amor incondicional, devoción (bhakti yoga),
la acción plenamente consciente, confiada y desapegada de sus frutos (karma yoga)… En efecto, si entendemos
que el ser humano es un continuo mente-cuerpo, al que le suceden tres cosas
fundamentales (conoce, siente y actúa), entonces comprendemos de forma preclara
de qué modo estas cinco sendas del yoga cubren todos los aspectos básicos de la
realidad humana: el raja yoga trabaja
con la mente, el hatha yoga con el cuerpo
y sus energías, el jñana yoga con el
conocimiento (con la comprensión), el bhakti
yoga con los sentimientos (con el amor) y el karma yoga con la acción.
Aleister Crowley, un prominente
místico inglés de finales del siglo XIX y principios del XX que trabajó
intensamente en la introducción de los aspectos más inspiradores de la
tradición del yoga y el tantra en
occidente, se refiere a esta cuestión con una brillante cita que bien puede
servirnos de broche para concluir:
“Nos
corresponde (…), si deseamos alcanzar el yoga universal y final con el
absoluto, domeñar cada elemento de
nuestro ser, ponerlo a salvo de cualquier guerra interna o externa,
intensificar todas nuestras facultades al máximo, entrenarnos en la sabiduría y
la fuerza sin escatimar esfuerzos, de suerte que cuando llegue el momento
oportuno nos hallemos en perfectas condiciones para arrojarnos al horno del
éxtasis cuyas llamas ascienden desde el abismo de la aniquilación.”
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